Café filosófico 10: La perversión del lenguaje
Escrito por Mª Sagrario ROLLÁN ROLLÁN, domingo 24 de febrero de 2013 , 18:12 hs , en CAFÉ FILOSÓFICO

 

CAFÉ FILOSÓFICO Nº 10

(3 2ª edición)

            DE SI SE PERVIERTE EL LENGUAJE Y SI SOMOS CONSCIENTES DE ELLO

28 de enero de 2013

            Descartes, refiriéndose a quienes combatían sus conclusiones, escribió: “... como esta clase de argumentos no puede hacer impresión alguna en el espíritu de los que entienden bien mis argumentos, y como los entendimientos de muchos son tan débiles y tan poco razonables que se dejan con frecuencia persuadir por las primeras opiniones que escuchan de una cosa, por falsas e irracionales que sean, antes que por una sólida y verdadera, pero extensa refutación de sus opiniones, no quiero contestar a otros escritos, por temor de tener antes que explicarlos”[1]

Con esta cita abrimos el Café que nos ocupa, planteando la pregunta de si el problema del entendimiento pertenece a quien no sabe expresarse, o a quien no se esfuerza en comprender a la persona que emite el mensaje. Sagrario se situó más bien en lo segundo; a lo que Antonio replicó que estaba de acuerdo en parte, ya que el lenguaje ha sido creado precisamente para que podamos entendernos. Dicho sea de paso que con lenguaje no nos referimos solamente a las palabras habladas o escritas, sino también al lenguaje corporal, de signos, etc. incluso al de los sentimientos, ya que no es sino éste el único modo en el que puede expresarse un bebé con su llanto o su risa. De hecho, una expresión alegre o triste es una de esas formas de lenguaje que cabe interpretar. Y es que Sagrario quiso recalcar (por si se la había malinterpretado) que no se refiere a una “relación de expertos” cuando habla de hacer el esfuerzo de entender, sino que prestar atención a un lenguaje implica hacer el esfuerzo de captar el mensaje, no quedar eximido directamente de ello. Pilar, por el contrario, manifestó que ha de existir en el lenguaje un componente pedagógico consistente en esforzarse porque l@s demás entiendan. Antonio lo apoyó con el ejemplo del mecánico que ha de intentar hacernos comprender, en un lenguaje cotidiano, lo que le ha ocurrido a nuestro coche estropeado. Pero Sagrario matizó la posible diferencia entre expresarse como experto, o como prepotente. No obstante, hemos de ser precavid@s con ciertos tipos de lenguaje, ya que tras él, pueden encontrarse intenciones manipuladoras. Por ello, Antonio nos aconseja no limitarnos sólo a leer, por ejemplo, una noticia, sino enfocar la atención también en los comentarios sobre la misma. Aquí se aprecia claramente la diferencia entre “el experto” y “el prepotente”; digamos que el nombre que figura es del/la periodista, mientras que el meollo se encuentra las más de las veces en la discusión que genera posteriormente entre los lectores.

Tras este intenso comienzo, se dio paso a una nueva sección del Café en la que se tratan curiosidades (por muy poc@s conocidas) directamente relacionadas con el tema. En esta ocasión, se hizo referencia a dos tribus que se caracterizan principalmente por su habilidad para comunicarse aún careciendo de conceptos de los cuales para nosotros sería imposible prescindir. Los Amondawa y los Pirahas. Los Amondawa son una tribu amazónica que no concibe el tiempo. Esta tribu concibe que un evento ocurre en un determinado momento, sin embargo, no asumen que el tiempo fluya independientemente de los eventos que ocurran o no. Nos planteamos entonces, ¿es el tiempo un concepto estrictamente necesario? No es lo mismo decir “Hasta las ocho no me iré a casa, ya que es cuando termina mi jornada de trabajo” que “Marcharé a casa cuando termine mi trabajo”.

En la primera afirmación estamos teniendo en cuenta el tiempo. En la segunda, no. Para Antonio, el que no introduce el tiempo cuando habla de trabajo, está expresando incosncientemente que goza de salud, es una persona que se encuentra libre en su trabajo. Mientras que si nos refererimos constantemente al tiempo, éste influye como factor que nos ata, que nos obliga. Pero, ¿y si os digo que la otra tribu, la de los Pirahas, puede comunicarse sin necesidad de números, pronombres, colores, tiempos verbales u oraciones subordinadas? Los miembros de esta tribu se hacen llamar a ellos mismos “cabezas rectas”, mientras que a los extranjeros se refieren con el nombre de “cabezas torcidas”. Se consideran diferentes a ellos, tanto en la forma de ser como en la de pensar. Restringen la comunicación a la experiencia inmediata, por ello no se les conoce creencias en ningún Dios ni nada semejante, puesto que para ellos nada cambia, y por tanto, nada crea ni ha sido creado. ¿Pero somos realmente de una manera o de otra dependiendo de cómo es nuestro lenguaje? ¿concebimos la realidad de una manera diferente? Alberto comenta que el lenguaje condiciona la realidad sólo si es universal, y Pilar corroboró esta afirmación con el ejemplo de los convencionalismos, como pueden ser las señales de tráfico, un lenguaje universal que interpretamos sin necesidad de comunicación verbal. Jésica, sin embargo, opina que depende de lo que la otra persona interprete. María nos cuenta que el lenguaje organiza la realidad, y se necesita por ello crear un orden a través del lenguaje, que nos sirve como recurso. Pero para Jésica el lenguaje no tiene siempre una utilidad de orden, ya que igualmente puede crear desorden; por ejemplo, cuando mentimos. De hecho, Umberto Eco definió como signo “todo aquello que sirve para mentir”. Y a este hilo, Pilar expuso que una misma realidad, expresada por dos personas diferentes, a veces es opuesta, puesto que influye el punto de vista con que se interprete. Para ella, la edad, sería un factor de interpretación fundamental a la hora de concebir la realidad. Antonio añade que, además de la edad, existen muchos otros factores. Y Alberto nos ilustró esta opinión con el ejemplo de los esquimales tienen cuarenta palabras diferentes para describir diferentes tipos de nieve, mientras que con una palabra designan todo lo que vuela, ya sea un pájaro, un artefacto tecnológico o una simple semilla mecida por el viento. Sin embargo, desde el punto de vista de Alberto, los esquimales son capaces de difrenciar el artefacto del animal, aunque sólo tengan una palabra paa designar a ambos. A lo cual se opone Antonio, quien opina que el concepto es global y lo que se da es una adaptación al medio. Para Antonio, el lenguaje puede cambiar la realidad, mientras que para Alberto la realidad no depende del mismo. Este enfrentamiento no es sino el eterno debate filosófico entre los realistas (racionalistas) y los nominalistas (empiristas). Y es que el lenguaje es un elemento de suma importancia para el pensamiento, pero hay que someterlo a crítica, como hemos hecho nosotros en este Café, ya que si no podríamos caer en sus trampas. Una de estas trampas es la que denunciaron los empiristas, consistente en la creencia de que, por el hecho de existir una expresión en el lenguaje, ¿tiene que haber una realidad designada por este término? ¿Concebimos una realidad a partir de su nombre? ¿O más bien nombramos, una vez que la experimentamos, esa realidad? Pilar opina que es primero la realidad, pero siempre que sea algo tangible, ya que si no no podría darse a conocer con el simple lenguaje. Para Jésica, es la realidad la que da el nombre al objeto. Y para María, recurriendo al ejemplo del inventor (“a esto lo llamaré...¡bombilla!”) es la realidad antes que el nombre. No obstante, Antonio no queda conforme con el posicionamiento, y afirma que todo depende de la ocasión. Alberto, sin embargo, insiste en que la realidad tiene que ser antes que el nombre. Pero, ¿no os han hablado nunca de los gamusinos? Antonio asegura haberlos visto de pequeño, yo misma lo he visto en mi mente, pero seguro que de modo distinto a Antonio... y María cerró esta parte de la tertulia sentenciando que el hecho de no conocer una realidad, no significa que no exista.

 

 

Finalmente, para hacer el ambiente más distendido y relajar las mentes tras la tensión del discurso, dimos paso a las prácticas de argumentación. Para ello, nos servimos del libro Las claves de la argumentación de Anthony WESTON. Barcelona: Ariel, 2005.

            Los argumentos tratados en el Café fueron los siguientes:

-      Argumentos mediante ejemplos

-      Argumentos por analogía

-      Argumentos de autoridad

-      Argumentos acerca de las causas

            Con ellos se descubrieron múltiples curiosidades sobre los errores que cometemos al argumentar en diversos temas, tales como si la vitamina C previene el resfriado, si se puede asemejar la revisión médica con la ITV del coche o si una vida sexual activa alarga la vida...

            Ésta es la verdadera esencia de la filosofía práctica, el hecho de ser capaces de entender, de escuchar, de comprender... y sobre todo, de reflexionar y ser capaces de posicionarnos en una postura u otra siendo conscientes de por qué en ese lugar y no en otro.

            Muchas gracias a tod@s por asistir, y os espero en la próxima sesión, sin corrupt@s (espero) pero con la corrupción como protagonista.

Resumido por María Tardón Vigil.

Para más café 

lacafeterafilosofica.blogspot.com



[1]   René DESCARTES. Prefacio al lector de las Meditaciones Metafísicas. Madrid. Alianza Editorial. 2005. p.71



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